Jan Hus, instigador de la Reforma Protestante

Monumento dedicado a Jan Hus en la Plaza Vieja de Praga. Foto: Celia Pérez

CELIA PÉREZ CARRASCOSA

Las Tierras checas han sido testigo de muchos de los acontecimientos de la Historia. Han sido el escenario de cientos de batallas y el tablero de ajedrez de varios ejércitos, ideologías y creencias.

Distintas personalidades checas han luchado y aportado algo único a la cultura checa y europea. Jan Hus (1370-1415) es un ejemplo de ello. Este teólogo y filósofo checo fue un reformador social y el precursor de la Reforma Protestante.

Un siglo antes de que Martín Lutero empezara dicha reforma en Alemania, Jan Hus expuso en el Reino checo (Reino de Bohemia en la Europa occidental) sus ideas y teorías acerca del poder y la riqueza de la Iglesia católica. Su firmeza y coraje en sus opiniones ante el Papado lo condujeron a la quema en la hoguera por herejía en Constanza (Alemania) en 1415.

Primeros pasos

Jan Hus nació alrededor de 1370 en el pequeño pueblo de Husinec, en el suroeste de la actual República Checa, y creció en una familia humilde de campesinos. A los 16 años fue admitido en la Universidad Carolina de Praga gracias a su capacidad intelectual. En 1393 se licenció en Artes y en 1408 en Teología. Aparte de impartir clases en la universidad, fue decano de la Facultad de Artes entre 1401 y 1402 y rector de la misma universidad entre 1409 y 1410.

La universidad no sólo le otorgó un título universitario, sino que le aportó un gran conocimiento que le ayudó a despertar sus inquietudes. Leía y estudiaba mucho al teólogo inglés John Wycliff (1324-1384), el cual consideraba que la Iglesia católica debía renunciar a sus riquezas y que el auténtico poder residía en la Biblia, por lo que no era necesario ningún intermediario, como la Iglesia, para llegar a Dios.

La decadencia de la Iglesia y el Cisma de Occidente

Para entender por qué Jan Hus quería reformar la Iglesia, hay que situarse en el contexto histórico de aquella época. Jan Hus vivió en la Baja Edad Media (siglos XIV-XV), un periodo en el que la Iglesia católica estaba en decadencia debido a la corrupción y a la rivalidad interna.

Un ejemplo de esa corrupción, y a lo que Jan Hus se opuso totalmente, fue la venta de indulgencias. De acuerdo con la Iglesia católica, la indulgencia es el perdón de Dios por haber cometido un pecado y que te permite ir al Cielo. Durante la época de la que hablamos, la Iglesia católica vendía las indulgencias a sus fieles prometiéndoles el perdón y el camino al Cielo. Esto provocó que la Iglesia se enriqueciera aun más a costa de sus fieles y fue uno de los motivos por los que Jan Hus defendía una reforma de la institución internacional más antigua del mundo.

La rivalidad papal de entonces es otro de los motivos por los que la histórica institución estaba en declive. Desde 1378 hasta 1417 hubo dos y hasta tres sedes pontificias. Una estaba en la ciudad francesa de Aviñón y la otra en Roma. La tercera se situó en Pisa a partir de 1410. A este hecho se le conoce como Cisma de Occidente. El Cisma de Occidente provocó una fuerte crisis en la Iglesia católica. Los distintos reinos europeos se dividieron entre quienes apoyaban al papa de Roma y al de Aviñón.

Para comprender esta disputa hay que retroceder a principios del siglo XIV, cuando la sede pontificia se trasladó de Roma a Aviñón. Durante el papado de Aviñón, la corte francesa tenía demasiado control sobre el papado, por lo que algunos cardenales y obispos querían que la sede volviera a Roma para que fuera de nuevo más espiritual y controlar el poder pontificio desde Roma. Para solucionarlo se celebró el Concilio de Pisa en 1409. En dicha reunión de cardenales y obispos hubo defensores del papa Gregorio XII de Roma y de Benedicto XIII de Aviñón. No se puso fin a la rivalidad entre ambos y se eligió a un nuevo papa: Alejandro V. De esta forma, hubo tres papas hasta el final del cisma.

Una Iglesia diferente

Jan Hus formuló una idea de la Iglesia bien distinta de la que había entonces. Blanka Zylinská, profesora de Historia e investigadora en la Universidad Carolina de Praga, explica que, según Jan Hus, la única cabeza de la Iglesia es Jesucristo, no el papa. Zylisnká señala que “según Jan Hus, no hay diferencia entre un obispo y el papa, ni entre los obispos y los sacerdotes, ya que Cristo sólo instituyó a los sacerdotes y a los diáconos”. Por lo tanto, “al papa y a los cardenales sólo se les puede obedecer en lo que esté de acuerdo con la ley de Cristo, con la Biblia, ya que incluso el papa puede pecar”, subraya Zylinská. Así pues, la Biblia es la única autoridad eclesiástica.

Por esta razón, el reformador checo no apoyaba el sistema estructural y jerárquico de la institución. Además, Jan Hus criticaba la riqueza de la Iglesia y que ésta no siguiera los pasos de Cristo. Zylinská apunta que, según Jan Hus, el diezmo debía ser algo opcional, no una obligación. Sin embargo, “no se apartó de todas las enseñanzas de la Iglesia: reconocía los siete sacramentos y creía en el cielo, el purgatorio y el infierno”. También defendía la pureza de conciencia y la moralidad de la vida. Es importante recordar que la palabra iglesia proviene del griego antiguo (ἐκκλησία, ekklesia) y significa asamblea o reunión del pueblo. Nada de este significado se relaciona con ninguna institución, es algo mucho más simple.

Jan Hus desarrolló su pensamiento minuciosamente en la universidad. Zylinská destaca que aparte de basarse en John Wycliff, también se inspiró en San Agustín, sobre todo en lo relacionado con la predestinación. Jan Hus sostenía que los cristianos estaban divididos en los predestinados (los que se salvarán) y los preordenados (los que no se salvarán), y que esa decisión sólo le compete a Dios, ni a los cardenales, ni a los obispos.

El movimiento husita

El que fuera rector de la Universidad Carolina de Praga quería dedicarse al sacerdocio. Se preparó para ello y en 1400 fue ordenado sacerdote. Comenzó a celebrar misa en checo en la capilla de San Martín, en Praga, pero no fue hasta 1402 cuando llegó a la capilla de Belén, también en la capital de Bohemia, como sacerdote y poco a poco se convirtió en un gran orador y predicador que atraía a muchas personas, tanto del pueblo llano como de la aristocracia. Es importante destacar que tanto el rey Venceslao IV como su esposa, Sofía de Baviera, estaban de acuerdo con muchas de las ideas de Jan Hus. Así nació poco a poco el movimiento husita.

Capilla de Belén. Fuente: Wikipedia

Zylinská sostiene que las palabras del reformador comenzaron a incordiar a la Iglesia en 1402 cuando empezó a compartir sus opiniones con el pueblo. Sin embargo, Zylinská indica que el arzobispo de Praga, Zbyněk Zajíc, estaba en sintonía con Jan Hus. No obstante, más adelante hubo disputas entre ellos por las teorías de Wycliff. Por ello, el arzobispo prohibió los libros del teólogo inglés en 1406 y en 1410 ordenó quemarlos y excomulgó al reformador checo. La disputa entre ellos continuó “hasta que el arzobispo lo condenó”, indica la historiadora. Jan Hus fue convocado a comparecer ante el tribunal papal de Juan XXIII. Sin embargo, Jan Hus no acudió a dicha comparecencia y fue incluso más activo en sus sermones, tanto en la universidad como en la capilla.

En 1412 la Iglesia fue autorizada para vender indulgencias. Jan Hus se opuso abiertamente contra esto y muchos de sus seguidores se sumaron a sus protestas. En julio de ese año tres de sus seguidores fueron ejecutados. El rey Venceslao IV estaba amenazado por una anatema papal y la capital de Bohemia estaba bajo un interdicto papal, es decir, que no se podían celebrar ritos religiosos mientras Jan Hus estuviera en la ciudad. Esto hizo que Jan Hus dejara Praga en noviembre de ese año.

Jan Hus se marchó de Praga para irse al campo, concretamente estuvo en el pueblo de Kozí Hrádek. Una vez allí, siguió predicando en lengua checa para sus vecinos del municipio. Fue entonces cuando decidió plasmar sus teorías en papel y escribió De eclessia en 1413. En dicha obra recoge su pensamiento e ideas acerca de la Iglesia. A juicio de Zylinská, esta obra fue la principal causa de su acusación y condena.

El Concilio de Constanza

Jan Hus en el Concilio de Constanza. Pintura de Václav Brožík

En el otoño de 1414 se convocó el concilio de Constanza para poner fin al cisma papal. Zylinská explica que el concilio también pretendía asegurar la unidad de la fe y reformar la Iglesia. Además, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Segismundo de Luxemburgo, propuso someter a Jan Hus a juicio en la actual ciudad alemana. Algunos de los profesores de la Universidad Carolina de Praga secundaron al emperador porque ellos también consideraban que el reformador checo era un hereje.

Jan Hus aceptó y llegó a Constanza el 3 de noviembre del mismo año. Estaba dispuesto a defender y a explicar sus ideas y teorías, pero fue arrestado y encarcelado. Durante su tiempo en prisión fue varias veces convocado ante el Consejo para renunciar a sus ideales, pero nunca aceptó. Preguntaba en qué estaba equivocado y sorprendentemente la institución no le daba una respuesta. Finalmente, el 6 de julio de 1415 fue condenado a la quema en la hoguera por herejía y lanzaron sus cenizas al río Rin.

Zylinská apunta que, aparte, fue condenado por desobediencia y por su falta de sumisión, así como por su definición de la Iglesia. Además, la historiadora cuenta que Jan Hus escribió cartas desde su celda en Constanza que decían: “Fiel cristiano, busca la Verdad, escucha la Verdad, aprende la Verdad, mantén la Verdad, defiende la Verdad hasta la muerte”. Zylinská subraya que la verdad de Hus no era sólo la conformidad con los hechos, “sino la verdad de Dios, exhortaba a la fe firme y a la fidelidad al mensaje bíblico, a la Ley de Dios”, expone Zylinská.

La Iglesia católica pensó que, tras la muerte de Jan Hus, ya no tendría más problemas en las Tierras checas y que la situación se calmaría. No obstante, la antigua institución no tuvo en cuenta a los muchos de seguidores que Jan Hus consiguió a lo largo de sus años de sacerdote y profesor. Sus seguidores, llamados los husitas, protestaron fuertemente contra la quema del legendario reformador. Así pues, hubo revueltas a lo largo y ancho del Reino checo. La Iglesia respondió lanzando cruzadas contra el movimiento husita que provocaron guerras durante quince años, convirtiendo a las Tierras checas en un importante tablero de ajedrez político-religioso.

A día de hoy el 6 de julio es fiesta nacional en la República Checa. Se celebra un servicio ecuménico en la capilla de Belén y “también hay diversos actos en otros lugares”, indica Zylinská.  Es una figura muy importante para los checos. No sólo por su papel de reformador religioso y social, sino también por su aportación a la ortografía checa, ya que introdujo algunos de los signos ortográficos que se siguen utilizando en la actualidad.

Las palabras de Jan Hus molestaron fuertemente a la Iglesia católica, tanto que decidieron quitarle la vida. La actitud y decisión del Papado demuestran que es cierto aquello de que la verdad duele. Las enseñanzas de Jan Hus pueden extrapolarse a la actualidad y no han de estar necesariamente ligadas a las Sagradas Escrituras. Desafortunadamente, sigue siendo arriesgado mantener una postura ética firme ante determinados acontecimientos y hechos. Continúa habiendo influencias y poderes que no permiten críticas y mucho menos que se les investigue. Sólo es necesario leer la prensa para darse cuenta de este grave problema, a pesar de que los medios no informen ni de la mitad de estos hechos. Un ejemplo de ello es el asesinato con un coche bomba de la periodista maltesa Daphne Caruana Galizia cuando investigaba los Papeles de Panamá en su país[1].


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[1] Malta car bomb kills Panama Papers journalist The Guardian (16/10/2017) https://www.theguardian.com/world/2017/oct/16/malta-car-bomb-kills-panama-papers-journalist

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